miércoles, 20 de octubre de 2010

La iglesia se movilizó para mostrar sus ideas sobre el matrimonio para todos


Acá va una nota realizada cuando la iglesia marchó por las calles de La Plata para repudiar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Ese día, a la misma hora y a pocos metros, unos 50 pibes reclamaban por la igualdad de derechos para todas las personas.

NOTA.
Más de mil personas se movilizaron ayer por las calles de la ciudad en contra del matrimonio gay. Desde las 15, la “Caravana por la Familia” impulsada por la Iglesia Católica partió desde 1 y 32, recorrió las plazas Italia, Moreno y Paso, y terminó con un acto frente a la Casa de Gobierno, donde además se realizaron diversas actividades. Todo, con el objetivo de que “la sociedad reflexione acerca de las uniones homosexuales”, según anunciaron los organizadores en un comunicado.
Durante la protesta, los grupos católicos y evangelistas desacreditaron con banderas y carteles el debate que se está realizando en el Senado y aseguraron que “el matrimonio se debe ejecutar solamente entre un hombre y una mujer”. Además, juntaron firmas para que “el Estado y la sociedad protejan el matrimonio y el amor entre personas géneros distintos”.
Los manifestantes dejaron el rastro de la caravana con los panfletos que tiraron a la calle desde sus vehículos. “Mamá Mujer + Papá Varón: Matrimonio”, decían los folletos. Y anunciaban: “Recorremos La Plata en un clima de fiesta por la familia y el matrimonio. Acompañanos”.
Desde el centro de la Plaza San Martín ya se escuchaban las canciones: “Familia, unida, jamás será vencida”, gritaba, al tiempo que se rompía las manos con aplausos, el grupo de 15 jóvenes de -20 años promedio- de la Congregación Miles Christi. Todos, con las mismas remeras blancas que pedían por “una familia tradicional”.
- ¿Por qué vienen a la marcha chicos?-, preguntó el periodista al conjunto eufórico que repudiaba el matrimonio gay.
- Somos católicos y vinimos a apoyar a la familia-, contestó una de las chicas bien rápido, como si le hubiese puesto el play a un casete.
- ¿Alguno tiene un familiar o amigo homosexual?
Ninguno respondió y el conjunto siguió su camino, con la misma intensidad, hasta la Casa de Gobierno.
A dos metros de los adolescentes, Juan José, de 73 años, también cruzaba la plaza a las quejas: “No puede ser, son unos degenerados”, le decía el tipo a un matrimonio con la vena del cuello bien marcada. Claro, el señor vio que, a 200 metros de su marcha, unos 50 chicos reclamaban la igualdad de derechos para todos y explotó de bronca.
El hombre estudió Ingeniería y Arquitectura, aunque no terminó ninguna de las carreras. Formó parte de las fuerzas armadas desde 1958 y no revela cuándo se retiró. Dice que no es importante. Le gusta escribir y dice que “se deben plasmar las ideas de toda la sociedad. Tiene que haber diversidad”. Sin embargo, Juan José se contradijo en dos segundos y, en un estado de furia total, señaló que “esos homosexuales no son normales”, apuntando con el dedo a los jóvenes que cortaban 7 y 50.
- Disculpe, no entiendo. ¿No dijo que se tiene que haber diversidad y que se deben plasmar las ideas de todos?
- Está bien que se expresen, pero que no lo muestren como algo normal. Si quieren que se casen pero no con el término de matrimonio. La gente normal está allá-, señaló hacia el escenario puesto por la iglesia.

PALABRA OFICIAL. “Le pedimos a todos los senadores que piensen dos veces antes de votar por una Ley que va en contra de la naturaleza humana”, repetía cada cinco minutos un hombre que participó de la caravana.
A un costado, cruzado de brazos, el arzobispo local Monseñor Aguer escuchaba atento el acto y se saludaba con toda la comunidad católica. 
- Hola Monseñor, ¿cómo le va?-, saludó el periodista.
- Bien, buenas tardes, ¿vos cómo andás?, responde Aguer, muy amable, con una leve sonrisa.
- Bien, soy de Diagonales, le quería preguntar qué le parece la marcha y que haga una reflexión sobre el debate en el Senado.
El arzobispo se turbó como si se le hubiese aparecido el mismísimo Satanás. Miró para otro lado y caminó unos pasos como para escaparle a la pregunta.
- ¿Qué le parece la marcha Monseñor?-, segundo intento del cronista.
- Bien. Pero igual yo no organicé nada, tenés que hablar con ellos-, señala al escenario y sigue caminando.
- Está bien, sólo quería que me dé su opinión.
- Pedí una audiencia y te atiendo-, terminó Aguer, sin mirar a los ojos, mientras su custodio despedía al periodista: –Ya está, ya está. No le preguntés más. Andate.

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